Atchúusss!!!

Chéjov. El humor, el actor y el teatro

Mar, 08/03/2016 - 08:39 -- Miguel Casas

Este pasado sábado, con el ambiente de las grandes ocasiones llenando de expectación plateas, palcos, anfiteatros y -por supuesto- el patio de butacas, el Teatro Romea de Murcia se vistió de gala para recibir el montaje Atchúusss!!! Conjunción de textos humorísticos de Antón Chéjov seleccionados y adaptados por Enric Benavent y Carles Alfaro, e interpretados por un elenco de actores de auténtico lujo: Malena Alterio, Fernando Tejero, Adriana Ozores y Ernesto Alterio, además del propio Benavent.

Así, con los murmullos y los ecos de los últimos pasos apagándose al ritmo de las luces del coliseo, el telón del Romea fue a levantarse a eso de las 21:05h para dejarnos contemplar una escena envuelta por la penumbra y poblada por las sombras de unos objetos que apenas sí podíamos distinguir. A continuación, en medio del silencio y la desolación reinantes, como quien despertara de un pesado sueño, emergería la figura de Dimitri, el viejo acomodador, para situar la acción en el interior de un teatro vacío de provincias.

De esta forma, arrancando Atchúusss!!! con el tópico literario del teatro dentro del teatro al que acudió Chéjov para escribir El canto del cisne, el taciturno Dimitri comenzaría a relatarnos -con la ayuda del disparatado y divertido pianista del teatro, Nikita- la historia de su vida desde los días de gloria juvenil como actor y galán hasta su actual decadencia como acomodador, viejo solitario, y borracho. Así, siguiendo la historia de Dimitri, que habría de servir de hilo conductor a la obra, ésta desplegaría, como cuadros, hasta cinco piezas cortas del autor ruso.

Recobrando la iluminación del Teatro la intensidad necesaria, pudimos apreciar una escenografía compuesta por una amplia mesa de trabajo a la izquierda, una mesita y dos sillones en el centro, y un piano rectangular a la derecha de una escena que aparecería cerrada al fondo por dos grandes espejos traslúcidos. De esta manera, con los ojos bien abiertos, pudimos ver la esperada aparición de Fernando Tejero y Malena Alterio para representar, junto con Enric Benavent, La seducción, obra que nos ilustraría sobre los años relamidos del Dimitri actor y sobre sus artes para enamorar a mujeres casadas.

Más adelante, y tras las diálogos de Dimitri y Nikita, que se insertarían entre los cuadros y servirían para introducir los siguientes, llegó Poquita cosa, obra de un acto en la que Malena Alterio y Adriana Ozores darían vida, respectivamente, a una pusilánime institutriz y a una señora de la aristocracia, en apariencia, con grandes dosis de cinismo y avaricia. A continuación, con El oso, sería Ernesto Alterio el que tendría que dejar temporalmente su papel de Nikita para interpretar a Smirnov, el crispado y enamoradizo acreedor de Popova, la dignísima y gélida viuda encarnada por Adriana Ozores.

A golpe de risas y carcajadas, las escenas siguieron sucediéndose hasta llegar a la hilarante La petición de mano, obra en la que abandonamos los ambientes aristocráticos para acercarnos al mundo rural llevados por una Malena Alterio y un Fernando Tejero que, una vez más, volverían a hacer las delicias del público, justo antes de que fuera representado el cuento La criatura indefensa y, tras este, reapareciera Dimitri -el viejo acomodador, el incansable actor- para poner el punto final a una velada que llenó de sonoros aplausos los graderíos y de agradecidos saludos el escenario del Teatro Romea.

Y así, ya concluida la obra, mientras recordábamos el murmullo de admiración con el que el Teatro recibió la primera aparición de Fernando Tejero en La seducción, o el fantástico número musical de Malena y Ernesto Alterio en Poquita cosa, o la interpretación llena de garra de Adriana Ozores en el El oso, o el desternillante diálogo de La petición de mano, o la equilibrada actuación de Enric Benavent y la delirante de Ernesto Alterio; fuimos a reconocer que, a través de los cuadros, de la vida del actor y de la historia del teatro, lo que Chéjov vino a transmitirnos, utilizando hábilmente el humor, fue un conjunto de radiografías que compusieron un certero mosaico en el que pudimos vislumbrar, no solo retazos de la sociedad rusa de finales del XIX, sino quizá -y esto es lo más importante- de cualquier sociedad en cualquier época.

Fotografías: M. Soriano

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