Breve Historia de los Teatros de Murcia (VI)

Mar, 02/12/2014 - 07:48 -- MCC

Para alcanzar el año 1886 debemos cruzar el puente de los Peligros, adentrarnos en el barrio de San Benito -actual barrio del Carmen- y encaminar nuestros pasos por la calle Cartagena hasta llegar al número 78 de la época, que es aproximadamente el 60 de hoy. Así, parados frente al estrecho y envejecido edificio actual podemos cerrar los ojos e imaginar el amplio teatro de verano con cubierta de lona y capacidad para cuatrocientas personas que levantó ahí la sociedad Amigos del Progreso, una de las asocianciones de aficionados al teatro con más mérito que hubo en la ciudad ya que, compuesta mayoritariamente por humildes artesanos y esforzados obreros con escasos medios para acceder a la enseñanza, consiguió hacer realidad un sueño colectivo de progreso basado en el aprendizaje y en la difusión de la cultura.

Panorámica del actual nº 60 de la calle Cartagena, donde antaño fue levantado el teatro del Progreso.

A partir de junio de 1886 comenzaron las actuaciones dramáticas y éstas fueron acompañadas por un rotundo éxito de público. Jaleados por los resultados iniciales, los Amigos del Progreso se lanzaron a la remodelación de su teatro para dotarlo de mayor comodidad y aforo de cara al invierno. Así, se instaló una cubierta más consistente, se levantó una galería con palcos y se construyó un nuevo escenario. Todo lo necesario para convertir el local en un lugar confortable y hasta elegante. Una vez terminadas las obras, la actividad artística en el remozado teatro de la calle Cartagena se hizo frenética durante los últimos meses de 1886 y los primeros de 1887. Los actores estaban entregados, el público entusiasmado, el recinto acompañaba, y las críticas eran favorables. Sin embargo, hacia mediados de 1887 la suerte del Progreso fue a dar un inesperado vuelco con la apertura de un nuevo teatro apenas a una manzana de distancia: el teatro del Porvenir.

El teatro del Porvenir fue levantado en la calle Floridablanca gracias a la acción de una sociedad llamada Amigos del Porvenir. Esta nueva asociación debió de formarse a rebufo del éxito alcanzado por el teatro del Progreso y tuvo que albergar la intención de competir artísticamente con aquel. Más allá de los motivos y las razones, lo cierto es que una competencia tan directa y tan próxima acabó pasando factura a ambos teatros. El coliseo del Porvenir parece ser que estuvo situado entre la plaza de la Media Luna -hoy plaza González Conde- y la calle del Carmen, en los mismos terrenos en los que con el tiempo se levantaría el Cinema Iniesta y más recientemente la discoteca Barbus, es decir, en el actual número 7 de dicha plaza. El teatro del Porvenir se inauguró en junio de 1887, y fue muy elogiado tanto por estar dotado de palcos, plateas, butacas y anfiteatro, como por su armoniosa fachada.

Panorámica del lugar concreto de la Plaza González Conde donde antaño existió el teatro del Porvenir.

Al poco tiempo de abrir este nuevo teatro del Porvenir, el teatro del Progreso tuvo que disminuir el número de sus funciones para poder sobrevivir. Las dificultades económicas debieron de agudizarse hacia 1888, ya que el Progreso fue comprado por Federico Terol, quien procedió a cambiar el nombre del inmueble por el de teatro Terol. Sin embargo, como era de esperar, ni este ni otros cambios surtieron el efecto deseado y el antiguo teatro del Progreso comenzó a languidecer a marchas forzadas ayudado por los nuevos problemas, esta vez estructurales, que le detectaron a su edificio. En 1890 se ofreció la última función en el teatro del Progreso. Paradójicamente, su competidor, el teatro del Porvenir, acabó cerrando incluso antes, en 1889.

Dentro de esta vorágine de aperturas y cierres de teatros que salpicó a casi toda la ciudad en el siglo XIX, hubo uno que por su especial categoría se ganó el derecho de trascender hasta nuestros días junto al insuperable Romea: el Teatro Circo Villar. Sin duda este teatro es el segundo de mayor calidad que ha tenido Murcia a lo largo de su historia, motivo por el cual hoy todos podemos sentirnos muy orgullosos de la reciente restauración que ha permitido rescatarlo del olvido y recuperarlo como parte viva y fundamental de nuestro patrimonio cultural.

Vistas actuales de los accesos al Teatro Circo y de los exteriores de su sala principal.

Aunque su inauguración se produjo en 1892, la gestación del Teatro Circo fue un proceso laborioso que comenzó varios años atrás, concretamente en 1889, cuando una sociedad de empresarios encabezada por Enrique Villar decidió encomendar el proyecto de un nuevo coliseo al prestigioso arquitecto Justo Millán. Una vez aprobados los bocetos del arquitecto, las obras empezaron a finales del mismo año 1889 en una calle Caravija bastante diferente a la actual Enrique Villar. Para empezar, debemos tener en cuenta que la calle recibía el nombre de Caravija por la acequia que la recorría longitudinalmente de oeste a este y que era visible en muchos tramos. Por otra parte, la mencionada calle tan sólo llegaba hasta la altura del solar donde se estaba levantando el nuevo teatro ya que, aunque la calle Puerta Nueva existía, aquella aún no tenía comunicación con esta. Un poco más al norte y al este no había más que huertos que marcaban los límites de la ciudad, por eso el emplazamiento del nuevo teatro dio la impresión de quedar arrinconado en un confín de la ciudad.

Desde el principio, las obras marcharon a buen ritmo en el nuevo Teatro Circo de la calle Caravija. Así, al cabo de pocos meses la expectación en la ciudad fue creciendo al mismo ritmo que los muros de ladrillo se alzaban en el solar y las noticias de las características del inmueble llegaban a la prensa. Las espigadas columnas metálicas de 32 metros de altura y la cubierta circular de 40 metros de diámetro colmaban de admiración a cuantos las veían; las informaciones sobre las futuras seiscientas butacas del patio y las treinta y ocho plateas llenaban de asombro a cuantos las escuchaban. Aún hubo que esperar algún tiempo, pero finalmente el 5 de noviembre de 1892 el flamante Teatro Circo Villar abrió sus puertas al público por primera vez. Aquella función inaugural consistió en un espectáculo ecuestre y acrobático, posteriormente fueron programadas veladas musicales y otros espectáculos a cada cual más sorprendente: en una ocasión se lidió un novillo y en otra la pista se convirtió en un gran estanque, al estilo de las míticas naumaquias romanas, gracias a las canalizaciones con las que Millán había dotado a su edificio para captar el agua de la Caravija.

Sin embargo, a pesar de que la inauguración ya se había producido, el Teatro Circo aún no estaba terminado. En 1893, una vez pasados los primeros espectáculos, las obras se reanudaron para que el estrenado circo pudiera estrenarse también como teatro. La nueva y definitiva inauguración, ya como Teatro-Circo propiamente dicho, se produjo el 14 de octubre de 1893 con una función dramática y musical. Desde entonces, y pese a la dura competencia con el Romea, este recinto de titularidad privada estuvo funcionando como teatro con soltura durante quince largos años hasta que, doblegado por la pujanza del cine, optó por entregarse principalmente a la proyección de películas hacia 1908.

 

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