Auditorio de Cabezo de Torres

"Un tonto en una caja" colecciona aplausos allá por donde pasa

Crear: 02/26/2018 - 11:49

Excelente entrada, la que tuvo lugar este sábado en el Auditorio de Cabezo de Torres para dar la bienvenida a “Un tonto en una caja”; comedia escrita por Martín Giner y dirigida por Carlos Santos para la compañía murciana Bonjourmonamour, que regresaba a la capital de la Región tras su paso por ciudades como Sevilla, Valladolid, Málaga o Madrid.

Así, con el público poblando generosamente el patio de butacas del recinto, la obra daría comienzo con la luz suficiente para dejar ver la figura de un pequeño ser emergiendo de un cubo de basura mientras de fondo sonaban las notas del Bolero de Ravel. De este modo, con el extraño y silencioso personaje recorriendo y reconociendo sigilosamente el escenario, el diálogo teatral arrancaría al entrar por la puerta del amplio salón el que sería el anfitrión de la fiesta: el notable Julius, decano de la facultad de Neurobiología.

Entonces, minutos después de que se entablara una delirante conversación entre estos dos personajes, aparecería en escena el tercero –el grande, el profesor universitario- para completar ante el público la muestra de los tres estratos en los que se hallaba fuertemente segregada la sociedad planteada por la obra: pequeños, grandes y notables. Por tanto, con todas las piezas sobre sobre las tablas, llegaría el momento de que el notable explicara a sus invitados que les había hecho llamar porque necesitaba de la ayuda de los dos para resolver un enigma.

A continuación, debiendo hacer uso de todas sus habilidades sociales para, por un lado, calmar la desconfianza del pequeño y, por otro, vencer la resistencia del grande a departir con un pequeño, el viejo Julius finalmente se hallaría en condiciones de confesar a ambos haber recibido semanas atrás un misterioso regalo en forma de caja de alguien que, firmado la nota del envío como El Diablo, le aseguraba poder obtener años de vida extra de aquellos que entraran voluntariamente en ella. 

De esta manera, con la excusa de comprobar la autenticidad del artefacto, la obra desplegaría una aguda y, a la vez, disparatada sátira social en la que cada uno de los tres personajes pondría en evidencia todos sus prejuicios y limitaciones. Sin embargo, paralelamente a la crítica social, la comedia plantearía además un delicioso juego de equívocos mediante el cual se iría enredando la trama hasta permitir vislumbrar una suerte de tablero sobre el que los personajes danzarían al ritmo del Bolero de Ravel tratando de hacer valer su astucia para ganarle la partida al resto.

En consecuencia, comprometida, inteligente y divertida, la obra brindaría numerosos giros de tuerca que se articularían sobre el trasfondo de la crítica social para denunciar los vicios y la corrupción de una sociedad deshumanizada -futurista en lo técnico y retrógrada en lo ético- en la que sería imposible no percibir el reflejo de nosotros mismos.

Por eso y por sus impecables actuaciones, no sería de extrañar que Macarena de Rueda, Luis Martínez y Pedro Segura –el pequeño, el grande y el notable- recibieran concluida la función los sonoros aplausos del auditorio puesto en pie para celebrar con ellos la fiesta del teatro, que no es sino la fiesta viva en la que las risas, el llanto y la reflexión se pueden ver, escuchar, sentir y hasta tocar. 

 

Molière llena de felicidad el Auditorio de Cabezo de Torres

Crear: 05/22/2018 - 08:38

Gran expectación, la que se vivió este sábado en la pedanía murciana de Cabezo de Torres para presenciar “El médico a palos”; clásico de Molière cuya adaptación, escrita y dirigida por Miguel Ángel Cánovas y Miguel Gálvez, sería interpretada por el grupo adulto de la Escuela de Teatro Alfandarín con motivo del II Festival de Teatro y Felicidad.

Así, ante un Auditorio que luciría prácticamente lleno, la acción dramática se iniciaría mostrando al perezoso leñador Bartolo tratando de dormir apoyado en un árbol justo antes de que entrara en escena Martina, su esposa, para recriminarle su indolencia. De este modo, tras una fuerte discusión entre ambos, la mujer dejaría solo a su marido y se alejaría tramando en silencio la forma de vengarse de él.

Un poco más adelante, Martina se encontraría con una comitiva formada por dos sirvientes que avanzaba hacia el pueblo de Miraflores en busca de un famoso médico. Preguntada por sus señas, la mujer informaría a la pareja que aquel a quién buscaban hacía dos días que había muerto. Entonces, ante el abatimiento de sus interlocutores, la esposa de Bartolo resolvería usar dicha situación para vengarse de su marido.

De esta manera, contándoles que ella conocía a un médico llamado don Bartolo capaz de curar los peores y más extraños males, Martina enviaría a los dos sirvientes al encuentro de su marido con la advertencia de que el tal don Bartolo, debido a su carácter introvertido, reservado, excéntrico y extravagante, no confesaría su verdadera condición de médico ni accedería a ayudarles a menos que le pegaran una buena paliza.

Más tarde, aplicándole al vago leñador el jarabe de palo prescrito por su mujer hasta conseguir vestirlo de médico, los dos sirvientes, acompañados por el maltrecho Bartolo, acabarían encaminándose a la casa de doña Jerónima, que era la señora que había mandado a aquellos en busca de un médico desesperada por la extraña enfermedad que aquejaba a su joven unigénita -doña Paulita- y que la había dejado sin habla.

No obstante, una vez dentro de la casa, la acción aún se tornaría más disparatada, ya que lo que parecía ser una grave enfermedad no sería otra cosa que desesperación juvenil a causa de la negativa de doña Jerónima a conceder la mano de su hija a su novio, Leandro. A partir de ahí, una catarata de equívocos, encuentros, carreras, palizas y flirteos coronados por numerosas coreografías de una sensualidad grotesca contribuirían a subrayar el carácter farsesco de la comedia original de Molière.

Por eso, siguiendo el esquema trazado por la versión de Moratín en 1814 y recuperando a la vez el tono desinhibido y caricaturesco del original de 1666, la obra de Alfandarín lograría además mostrar interesantes aportaciones como, por ejemplo: la interpretación del árbol del principio de la obra a cargo de un actor que, de hecho, parecería sugerir un simpático guiño al teatro de Artaud en el que se abogaba por la ausencia de decorado en detrimento de personajes jeroglíficos que cumplieran tal función.

Por otro lado, variaciones como la simplificación del texto o el cambio de sexo de ciertos personajes para adaptarlos al elenco de actores, también resultarían particularmente apropiadas al agilizar el desarrollo de la pieza y permitir al respetable gozar de actuaciones tan inspiradas como la de Úrsula Gil en el papel de doña Jerónima. En consecuencia, llenando de risas el Auditorio de principio a fin, no sería de extrañar que la versión de Alfandarín se antojara ideal para dar buena cuenta del II Festival de Teatro y Felicidad.

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