Vini & The yellow smiles

Vinicius de Sorrimon le pinta una sonrisa a la plaza del Romea

Jue, 06/08/2015 - 23:21 -- Miguel Casas

Este pasado martes por la noche, callejeando por Murcia en busca de un lugar en el que pudiéramos encontrar alivio ante los rigores del verano, nuestros pasos fueron a desembocar en la plaza del Romea, donde a eso de las 21:30h estaba programada la actuación –musical y humorística- de Vinicus de Sorrimon, un personaje mitad cantante y mitad actor cuyo espectáculo se nos antojó propicio para olvidarnos del calor por un rato y disfrutar de una velada divertida y hasta refrescante.

Así, bien pertrechados con nuestros artilugios para aprehender todo cuanto de interés ocurriese, y bien apostados sobre uno de los escasos maceteros que habrían de servir como improvisados asientos para el público ante la incomprensible ausencia de bancos o sillas en la plaza, nos dispusimos a prestar a Vinicius -también conocido como Paco Morrison Showman- toda nuestra atención para aprender, conocerle y darle a conocer de la manera más justa y fiel posible.

De esta forma, ya sobre el pequeño escenario, ya ante la monumental fachada del Teatro Romea como telón de fondo, Vini & The Yellow Smiles, pronto fueron a demostrar que su propuesta musicómica, lejos de contentarse con ofrecer un rato agradable, iba a ir mucho más lejos y mucho más allá. Y es que, con los tres músicos de sonrisas amarillas -Ángel Valdegrama al piano, Pepe López al contrabajo y Federico Federo a la batería- ejecutando una impecable introducción instrumental en clave de jazz, todos los presentes adivinamos que el espectáculo, al menos en lo musical, iba a ir muy en serio.

Sin embargo, si es cierto que la intro fue de lo más sobria, no es menos cierto que, ya concluida ésta y justo antes de la primera canción, Vinicius también dejaría patente el carácter cómico del espectáculo merced a las sonoras gárgaras con las que se aclaró la voz y a los chistes y chanzas con los que se presentó como personaje ante el desconcertado público. Entonces, sin saber muy bien lo que nos depararía el recién iniciado concierto, la banda, ya con Sorrimon listo para cantar, se entregó a la ejecución del mítico bolero de Osvaldo Farrés, Quizás, quizás, quizás, mientras el cantante la interpretaba siguiendo las líneas vocales de Nat King Cole, aunque eso sí, gesticulando, bailando e introduciendo gracias e incisos propios de humorista.

Sin duda, una de las cosas que más llamó la atención durante estos primeros compases del recital fue la actitud que mostró Vinicius de Sorrimon, el cual, lejos de conformarse con representar su espectáculo desde lo alto del escenario, consciente de la notable distancia que le separaba de los asistentes, no dudó en saltar al suelo de la plaza y patearla a lo largo y ancho para lograr la complicidad del respetable. En este sentido, también debemos destacar el elemento técnico que permitió al cantante esta exultante libertad de movimientos por la gran plaza del Romea: un kilométrico cable de micrófono como nunca habíamos visto de largo. Todo un acierto.

Así, con el incansable Vinicius bailando, cantando, flirteando, saltando, subiendo y bajando del escenario, caminando, corriendo, dialogando, monologando  -en una palabra: metiéndose al público en el bolsillo- fueron sucediéndose auténticos hitos del rock and roll, el jazz, el swing, la canción italiana, el mambo y sobre todo el bolero, como Blue Moon, de Richard Rodgers y Lorenz Hart; Bésame mucho y Cachito de Consuelo Velázquez; Fly me to de moon, de Bart Howart; Love, de Nat King Cole; Route 66, de Bobby Troup; Capullito de alhelí, de Rafael Hernández; Camarera de mi amor, de Machín; Moondance de Van Morrison, o Mambo italiano y Tu vuó fa´ l´americano, ambas de Renato Carosone, entre otras.

Ya cerca de la medianoche, Sorrimon pondría la guinda al espectáculo con su adaptación murciana de Marcianita, de Billy Cafaro, que cantó como Murcianita para deleite de aquellos que se sobrepusieron a la imperdonable falta de asientos en la plaza. Al final, y después de todo lo contemplado, pudimos comprobar la gratificante sensación que quedó reflejada en las caras del respetable por haber presenciado un evento musical de categoría, eso sí, un evento musical presentado bajo la cobertura de un humor directo y ligero que fue empleado con inteligencia como medio para lograr el auténtico objetivo de Paco Morrison y su banda: dar a conocer a un público actual la variedad, la riqueza y el valor de los clásicos de la música popular. 

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