Los trabajos para la construcción del nuevo teatro del Toro comenzaron en el mismo mes de agosto de 1609 sobre unos terrenos cercanos a la puerta de la que tomó el nombre, entre las actuales calles de Eulogio Soriano, Pintor Villacis y Barahundillo. El Ayuntamiento, con el objeto de realizar un edificio que estuviera a la altura de los mejores teatros del país, envió al maestro encargado de las obras a Córdoba para que reprodujese en Murcia la traza de la casa de comedias de aquella ciudad, ya que era considerada la mejor de España. En todo momento la consigna de los regidores fue no escatimar en gastos: se compraron terrenos, se derribaron casas, se trajeron veintiséis columnas de mármol blanco de Macael, se adquirieron losas de mármol, se utilizaron más de cincuenta mil ladrillos, y se pagaron puntualmente todas las obras de albañilería y carpintería que fueron necesarias para la finalización del recinto.
En 1612 abrió sus puertas el majestuoso teatro del Toro, una casa de comedias hecha a imagen y semejanza de la de Córdoba. Así, al igual que el teatro de aquella ciudad, el de Murcia contaba con una planta semicircular, o de herradura, dentro de la cual se hallaba el patio dotado con bancos para una parte de los espectadores. El semicírculo que delimitaba dicho patio estaba marcado por las columnas de mármol ya mencionadas. Dieciséis de estas columnas estaban dispuestas en la planta baja para soportar los corredores, y las diez restantes, de longitud inferior, estaban colocadas sobre ese primer piso de corredores para sostener los tejados. En el patio, detrás de las columnas y debajo de los corredores, se alzaban las gradas de madera. En el primer piso, sobre las gradas, había siete aposentos. Incluso en un segundo piso, que debió de existir encima de algún tramo del primer piso, hubo cuatro aposentos más.
Panorámica actual de la confluencia de las calles Eulogio Soriano y Pintor Villacis, muy cerca de la cual se levantó antaño el teatro del Toro.
Sin embargo, a pesar de la generosa inversión del Ayuntamiento y de las innovaciones constructivas procedentes de Córdoba, la vida del nuevo teatro del Toro no fue un camino de rosas. El 14 de noviembre de 1613, apenas un año después de su puesta en funcionamiento y durante una función, parte de esta construcción que estaba apoyada contra la antigua muralla árabe se derrumbó matando a veintiséis personas e hiriendo a otras muchas. Si recuerdan esta fecha, se darán cuenta de que es la misma en la que se venía situando un hecho idéntico ocurrido en el misterioso teatro del Trinquete. La cuestión es que el hundimiento del flamante teatro murciano debió de causar una gran conmoción e indignación en la ciudad. Ante tal devastador acontecimiento, dentro del Cabildo hubo dos posturas enfrentadas en cuanto a la manera de actuar con respecto al teatro: una, que era partidaria de restaurar el teatro, y otra, que se oponía por considerarlo “obra falsa” desde la primera piedra hasta el tejado.
Finalmente se optó por restaurar el teatro y, tan solo un año después de la tragedia, en 1614, el recinto pudo volver a albergar actividad escénica. Sin embargo, tras veinte años de aparente normalidad, el tiempo acabaría dando la razón a aquellos que se habían opuesto a la restauración, ya que en la década de 1630 comenzó una serie de derrumbamientos parciales que terminaron con otro mayor, en 1633, que volvió a costar vidas, esta vez cerca de los vestuarios. Este hecho fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de los regidores murcianos, los cuales, convencidos ya de la precariedad del inmueble, decretaron el cierre del Toro y el traslado a una nueva casa de comedias.
Si en julio de 1633 tuvo lugar la última tragedia en el teatro del Toro, para agosto del mismo año la Ciudad fue capaz de encontrar, adecuar y abrir un nuevo recinto teatral. El lugar elegido en esta ocasión fue un caserón ya existente llamado del Buen Suceso, que pertenecía a la hermandad de San Juan de Dios y se hallaba en la misma plaza de Santa Catalina, muy cerca de la iglesia. Si recuerdan este emplazamiento, se darán cuenta de que la localización es la misma en la que se venía situando el misterioso teatro del Trinquete. La cuestión es que el Ayuntamiento, aunque para la realización de este nuevo espacio pretendió inspirarse en el teatro de Valladolid, poco pudo emular del recinto vallisoletano debido a las prisas.
Panorámica actual de la Plaza de Sta. Catalina. Desde donde antaño fue visible el teatro del Buen Suceso, que sustituyó al del Toro durante unos breves años.
Así, en agosto de 1633 abrió sus puertas el nuevo teatro del Casón del Buen Suceso, un inmueble bastante más pequeño que el antiguo teatro del Toro, aunque tuviera una planta baja y otra alta como aquel. Parece que la estructura de este nuevo recinto fue realizada toda en madera y se apoyaba contra las paredes del casón ya existente, al estilo del corral que vimos en el patio del Hospital General de Nuestra Señora de Gracia. Además, debido a las prisas por inaugurar, muchas partes de este teatro se quedaron sin acabar y muchos bancos y gradas tuvieron que ser traídos del viejo teatro del Toro.
La verdad es que esta nueva casa de comedias de la ciudad nunca llegó a convencer ni al público ni a las autoridades. Sin duda, a pesar de las desgracias ocurridas en él, todos aún debían de guardar un recuerdo muy vivo de la grandeza y la majestuosidad del clausurado teatro del Toro, lo cual dejaba más en evidencia la falta de espacio y distinción de este nuevo teatro del Casón del Buen Suceso. Además, si a las estrecheces y las incomodidades propias del nuevo lugar, les sumamos los graves problemas estructurales que culminaron en un derrumbamiento parcial del edificio en 1636, sólo tres años después de su inauguración, no resulta difícil de entender que algunos miembros del gobierno municipal comenzaran a plantear la posibilidad de regresar al viejo teatro del Toro, eso sí, siempre que fuera reedificado por completo.
De esta forma, en 1636 se tomó la decisión de regresar a los abandonados terrenos de la puerta del Toro; en 1638 se comenzó a trabajar en la reedificación del viejo inmueble; y sólo dos años más tarde, en 1640, volvió a abrir sus puertas, cual ave Fénix, el teatro del Toro. Paralelamente, y como ha demostrado con documentos el profesor Sánchez Martínez, el Ayuntamiento de Murcia, viéndose en la obligación de tener que seguir pagando a la hermandad de San Juan de Dios los plazos por el contrato de arrendamiento del local del Buen Suceso, decide darle uso instalando un trinquete de pelota para generar algún beneficio con el que recuperar parte de ese alquiler. Si recuerdan este juego, se darán cuenta de que es el mismo que, según la tradición, había dado nombre al mítico teatro del Trinquete. La cuestión es que en el Casón del Buen Suceso hubo un trinquete de pelota, pero no antes, sino después del teatro.
Pues bien, hecha esta última referencia sobre el teatro del Trinquete, creo llegado el momento de retomarlo para, aportando los datos que hemos conocido sobre los teatros del Hospital General, del “primer” Toro y del Buen Suceso, proceder de la mejor manera posible a la resolución del gran misterio del teatro murciano del XVII.
Como expusimos en el planteamiento de la cuestión –en la primera entrega-, los eruditos de diferentes épocas habían venido asociando al teatro al Trinquete con una historia y una serie de datos que permitían identificarlo. Sin embargo, como hemos podido comprobar, dicha historia y dichos datos en realidad fueron parte de la vida de otros inmuebles. Así, si del Trinquete se decía que ya existía hacia finales del XVI, los datos han demostrado que el único teatro de importancia en Murcia por aquel entonces fue el del Hospital General de Nuestra Señora de Gracia. Si del Trinquete se decía que estaba ubicado en la plaza de Santa Catalina, los datos han demostrado que el único teatro documentado situado en tal plaza fue el del Buen Suceso. Si del Trinquete se decía que sufrió un grave derrumbamiento en 1613, los datos han demostrado que tal suceso lo padeció el teatro del Toro. Por último, si del Trinquete se decía que debía su nombre al juego que se practicó en su local antes de que lo ocupara el teatro, los datos han demostrado que tal juego sólo estuvo asociado al teatro del Buen Suceso, y siempre con posterioridad a la actividad teatral.
Por tanto, visto lo visto sobre este teatro del Trinquete, quizá lo más razonable sea considerar que, a lo largo de los años y de los siglos, las informaciones y las anécdotas pertenecientes a distintos teatros debieron de ir mezclándose y confundiéndose en la tradición oral hasta llegar a crear en la conciencia de la ciudad la ilusión de un teatro que, como tal, nunca existió en realidad. Por ello, una vez estudiados los datos, quizá lo más razonable sea concluir que el mítico teatro del Trinquete no puede ser otro distinto del que existió en el Casón del Buen Suceso, ya que ambos están unidos históricamente por su emplazamiento y su relación con el trinquete de pelota.
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